UNA TRIPLE SEMIOSIS PARA LA REPRESENTACIÓN DE LOS OBJETOS LÍTICOS EN ARQUEOLOGÍA

(Ponencia presentada al 5o Congreso de la International Association for Semiotic Studies, jun. 12-18, 1994, Berkeley, Estados Unidos)

Giovanna Winchkler

 

Resumen: La presente exposición tiene por objeto mostrar la posibilidad de uso del modelo de Peirce, como una orientación general que permita enriquecer los planos de este lenguaje al encontrar en él las tres clases de operaciones (comparación/semejanza, inferencia operativa, valoración) que el arqueólogo realiza al usarlo y poner de manifiesto los supuestos que lo hacen eficaz.

 

Introducción

La mente del arqueólogo pone en funcionamiento diferentes tipos de operaciones cuando utiliza los textos que tiene a su disposición para saber cómo observar. Tomados como verdaderos supuestos de la observación, las tres clases de relaciones con las que Peirce organiza su sistema de signos (Peirce, 1965; Magariños de Morentin, 1983), ayudan a describir esas operaciones con bastante rigor.

Los discursos de la arqueología son discursos acerca de otras cosas (aquello de lo que se habla), como todo discurso y, por tanto, puede organizarse, a partir de las tres clases principales de signos, de Peirce, una especie de sintaxis teniendo en cuenta una asociación particular de tales signos.

Por otro lado, en cuanto se estudia un discurso de cualquier calidad que sea acerca de otra cosa, se están manejando dos niveles de signos: el signo que se refiere a otra cosa y el signo que es esa cosa a la que el otro se refiere. En este sentido, pueden estudiarse los signos que se refieren a otra cosa (la semiosis sustituyente; Magariños de Morentin, 1990), en cuanto íconos, índices y símbolos y, de la misma manera, también pueden estudiarse los que son esa cosa a la que el otro se refiere (semiosis sustituida), según sean ícono, índice y símbolo. Es decir, que puede tomarse en cuenta, además, la calidad de signo del representamen y la calidad de signo del objeto.

Las operaciones cognitivas de Peirce en arqueología

Las operaciones cognitivas que uno realiza en cuanto arqueólogo cuando va a analizar las piezas, pueden clasificarse siguiendo el esquema de Peirce, de la siguiente manera:
1) organizar una imagen mental que permita después buscar su semejanza en la pieza;
2) organizar la representación de una actividad, que permita después inferir o ver los resultados de su presencia en la piez';
3) representar un sistema de relaciones que permita después identificarlas en la pieza midiéndola o designándola (o sea, incluir lo que se está viendo en un paradigma de términos relacionados).
Las operaciones que supone la observación podrían ser, entonces:
1) la semejanza de formas posibles;
2) los comportamientos inferidos por la concreta configuración de los elementos existentes;
3) los comportamientos intelectuales que buscan correspondencias entre conceptos abstractos.

Se puede organizar una propuesta cognitiva arqueológica:
1) a partir de una representación gráfica, como los dibujos mediante los que se delinean los contornos de ciertos elementos. Se podrá buscar luego si las formas observadas en los útiles se asemejan al dibujo, por ejemplo, de un triángulo. Pero también es posible realizar esto a partir de la observación de un gesto, como trazar un triángulo en el aire o de la lectura de la expresión escrita "triangular";
2) organizando la representación de una actividad que afecte un útil dejando en él sus marcas. Por ejemplo, una sesión de talla experimental, que configura la esfera de la acción, donde los acontecimientos son contiguos y de efectiva realización pero están en representación de otras acciones y/o acontecimientos ausentes;
3) representando relaciones que no se hallan en el mundo de los útiles concretos ni tienen la densidad de una forma imaginada, sino que cumplen ciertas operaciones abstractas que asignan valores, nombres, rótulos, lugares en un sistema. Por ejemplo, las mediciones, la puesta en relación de ejes (por lo general, más imaginarios que reales), la clasificación de formas de secciones perceptualmente no evidentes, el ordenamiento en jerarquías convencionales, etc.

Las operaciones que supone la observación podrían ser, entonces, de esos tres tipos propuestos por Peirce:
1) semejanza: íconos;
2) asociación por contigüidad: índices;
3) operaciones intelectuales convencionales: símbolos.

La semiosis en arqueología

En cuanto a la parte material del signo, puede distinguirse:
1) la semiosis sustituyente o representamen, en cuanto signo que representa otro signo, es decir, aquella parte de la semiosis constituída por la reproducción de los objetos en dibujos que representan las formas del signo sustituido o fundamento, delineando contornos y recortando espacios. Por todo ello, es icónica;
2) una parte constituida por cadenas operativas y secuencias de uso (que incluye acciones o gestos técnicos o funcionales y objetos que los completan) o de deterioro vinculadas contextualmente a formas producidas por esas actividades, por lo que esta parte del lenguaje es indicial;
3) si se considera que tiene un lenguaje o conjunto de signos convencionales constituido por los textos, entonces este lenguaje es simbólico: texto escrito, lenguaje natural mientras no esté formalizado. Está usado científicamente, sin embargo, porque sus términos son específicos de la arqueología en la medida en que están redefinidos (Winchkler, 1993). Por este uso, puede considerarse como lenguaje específico del dominio correspondiente, en este caso, del análisis lítico.

Acotar el signo

En esas presencias materiales ¿dónde está el signo?: cada palabra, descontextualizada, ¿es un signo?, o, mejor, son signos las expresiones?, ¿o lo es toda una frase o definición?, etc. (Peirce (2.230) dice que un signo puede tener más de un objeto y da como ejemplo una frase breve; en otros momentos da como ejemplo de un signo alguna frase compleja y en otros, términos individuales).

Por otro lado, está el problema de los dibujos. Los arqueólogos que estudian los objetos líticos no suelen proponer los dibujos, en sus textos, como elementos independientes de lo escrito, sino como complementarios: no son un lenguaje paralelo. Y efectivamente, casi siempre agregan algo o modifican en algo al texto, pero con diversa relación con él. En pocas oportunidades son, sí, como paralelos al texto escrito: cuando lo escrito consiste en una mera enumeración de términos referidos a formas geométricas, por ejemplo. La lista de dibujos de esas formas, bajo el mismo título de la clasificación, podría decirse que tiene el mismo objeto (se refiere a los mismos aspectos de las mismas cosas) aunque el soporte material o modo de presentación cambie (palabra/dibujo). Ni la palabra aclara el significado de cada dibujo ni, a la inversa, los dibujos agotan el significado de las palabras. No son el mismo signo, aunque se refieran al mismo referente.

Un triángulo dibujado al lado de un texto que enumera las formas de la punta de proyectil, entre ellas la triangular, no es la misma clase de signo que un triángulo pequeño unido por líneas de puntos en dos de sus extremos a los del dibujo de un contorno: este triángulo, al que en el texto que da cuenta de la forma general del contorno de una lasca, podría no aludirse, muestra, pero sólo porque todos lo sabemos, o sea, de un modo convencional, la forma de la sección transversal de la lasca.

Ahora bien, si el texto alude específicamente a la forma triangular de la sección transversal de la lasca, la misma figura anterior tiene otro sentido: sólo muestra, como un añadido, la ubicación en la lasca, de aquello que el texto describe. A la vez, si tomo estos últimos dibujos sin el contexto de la frase escrita, aparece un signo diferente al de los dos que se complementan con el texto, dado que en este último caso, se despliega una totalidad (lasca y sección transversal), en lugar de poner el énfasis en la forma de tal sección o su ubicación relativa en la pieza. Es decir, que acotar un signo también puede requerir determinados criterios.

Por eso entiendo que las aproximaciones al estudio del signo en la arqueología pueden ser muchas y la que uno elija depende del nivel en que desee colocarse al estudiar las formas materiales de presentarse el signo (representamen): dibujos (lo icónico), gestos (expresados "en vivo", fotografiados o filmados, que constituyen distintos signos indiciales), textos (lo simbólico).

El lenguaje de los dibujos o semiosis icónica

Volvamos a los dibujos: los que más habitualmente aparecen como complemento de las terminologías1, son, a veces como un "zoom" que ilumina el aspecto que se está describiendo, como una extrapolación de alguna parte de la pieza. Por ejemplo: las acuminaciones pueden diferenciarse morfológicamente, como destacadas o no destacadas, según su relación con el resto de la pieza sea de separación o de unión, respectivamente; también pueden diferenciarse según estén configuradas por filos yuxtapuestos o por filos alternantes en una relación situacional respecto de las caras. En estos casos, el dibujo trata de magnificar detalles que, en una imagen global del objeto, podrían dificultar las operaciones que llevan a reconocer el aspecto del útil que el texto quiere recuperar.

El texto (demos ya la calidad simbólica de todo lenguaje, por aceptada) dice algo de alguna otra cosa. Los dibujos (dejando de lado su calidad no siempre necesariamente icónica) también están sustituyendo algo. Pero, ¿cuál es el objeto semiótico creado por uno y otro lenguaje en este caso concreto? Y, ya que ambas clases de lenguajes suelen usarse en mutua relación en las terminologías, especialmente las clasificatorias ¿cómo se relacionan, en cuanto signos y en cuanto operaciones cognitivas, las frases descriptivas con los dibujos?

El texto, en el primer caso del ejemplo, se refiere a una relación (unión/separación de cuerpo vs. resto de la pieza) y, en el segundo, a otra clase de relación (yuxtaposición/alternancia de filos sobre las caras de la pieza)

Pero, ¿es que los dibujos dicen la unión/separación, la yuxtaposición/alternancia? No sin el texto. Aislados de él, cualquier arqueólogo los puede interpretar como representaciones de partes de piezas, pero la específica relación dicha por el texto, no puede recuperarse de los dibujos solos. Ninguna semiosis (o clase de signo) es autosuficiente; su interpretación requerirá información proveniente de alguna de las 3 semiosis posibles. Los dibujos complementan el texto: no se refieren al objeto en cuanto aspecto del mundo, sino al objeto en cuanto aspecto referido de determinada manera por el texto escrito. El texto recupera su capacidad de significar gracias a ellos: el referente del texto es, en cada caso, la forma de relacionarse dos elementos en la pieza, pero el referente del dibujo es, en cada caso, la forma, icónica, que la observación ha de buscar, pero no así, tal como lo muestra la desnudez del dibujo, sino con el añadido de lo que está dicho en el texto. El objeto semiótico se constituye mediante dos clases de lenguajes (escritura y dibujo) integrados en una sola sintaxis semiótica. La semiosis sustituida: en el texto escrito, lo que se describe es la relación de unión/separación, yuxtaposición/alternancia, que permite diferenciar unas y otras formas de acuminación. En los dibujos, se representa algo interpretable como parte de una pieza. No se sustituye en ellos una relación sino una porción puntiaguda de la pieza. (No es este el lugar para responder por qué puedo decir que el dibujo es interpretable arqueológicamente como parte de una pieza, como una acuminación o parte puntiaguda. El dibujo mencionado consiste, para la percepción natural (vs. la arqueológica, ya que hay un uso científico del lenguaje que construye objetos distintos de los que permite construir el lenguaje en su uso natural) en dos trazos curvos que se intersectan en ángulo agudo, con una serie de encajes dibujados a lo largo de los trazos y que se diferencian en la curvatura de ambos trazos. Podría hablarse, por consiguiente, de un nivel simbólico que preexiste al acto de interpretación mediante el cual nos entendemos icónicamente, entre los arqueólogos).

Entre los dibujos que son habituales en las terminologías, están los que constituyen representaciones muy esquematizadas de formas geométricas, como suelen serlo, por ejemplo, las formas de las secciones. En el texto se detallan, texto con dibujo, los nombres geométricos de esas formas. No hace falta ser arqueólogo para hallar una significación a esos pares (más que texto-dibujo, a veces son palabra-dibujo): paralelográmica, trapezoidal, triangular, etc. El objeto construido es el mismo en ambos lenguajes y juntos, no cambian esa interpretación. Cambia la calidad del signo en uno y otro caso, que sería un símbolo simbólico en el caso del texto y un ícono simbólico en el del dibujo: en el primero, el arqueólogo conceptualiza una forma que conoce por convención; en el segundo, comprueba que la forma que observa en el objeto corresponda al dibujo. Todavía podría estudiarse: a) acaso una serie de formas geométricas estereotipadas, dibujadas en secuencia ordenada, ¿no es tan convencional como el lenguaje en que se enumeran esas mismas formas?; b) la forma observada en el objeto tridimensional y la forma dibujada no se corresponden, excepto si usamos algunos supuestos adicionales, pero este tampoco es tema para desarrollar aquí (Marr, 1982).

Otros dibujos de estas terminologías, representan esquematizaciones, pero ya no de formas geométricas. Por ejemplo, para indicar el ángulo de inclinación del talón sobre la cara ventral, se dibuja el contorno de la pieza (del núcleo y de la lasca correspondiente) en una perspectiva tal que muestre esa diferencia angular (de una pieza a otra). Cada dibujo tiene sentido porque están los demás; por sí mismo, en cuanto acompaña un texto que habla de medir los ángulos y expresa valores posibles, sería como el caso anteriormente mencionado, de las formas geométricas dichas y dibujadas. La serie de dibujos visualiza el cambio o variación del talón en función de ese ángulo. En el caso del bulbo de percusión, este rol de indicador del cambio que asume el dibujo se acentúa porque no hay una descripción de lo que se entienda por "suave" o "marcado", que son dos de las categorías, excepto dos dibujos. Las otras dos categorías, "no perceptible" y "no determinable", obviamente no se corresponden a dibujos (en la segunda de ellas, se aclara en el texto que la observación no puede ser efectuada debido a fractura, disgregamiento, etc., que no parecen ser representables. Pero, entonces ¿con qué se corresponden?).

En algún caso hay series representadas, un poco a la manera de los fotogramas, de la secuencia de producción de un útil: la serie constituye un índice (o sea, ícono indicial porque se trata de dibujos; si fuesen fotogramas o en video, sería índice, según Peirce, pero, en cuanto a su calidad gráfica, participaría de la naturaleza del ícono. Además de ser íconos por la forma o representamen, los dibujos también reproducen otra forma).

Con esto no se agotan los modos de presentarse dibujos y textos en las terminologías: aún están los contornos de piezas dibujadas sobre la grilla cuyo dibujo representa la cuadrícula de sectorización: doblemente dibujada, la imagen se completa con un texto en que meramente se expresan los nombres de las caras, numeración de sectores, etc. La forma en sí de la pieza aquí no importa; importa la relación entre ella y ese otro elemento, la cuadrícula. Es un ícono (por ser dibujo) simbólico: muestra una convención. Lo mismo que cuando se representan simplemente dos líneas que se intersectan, con un semicírculo marcando por ejemplo, el ángulo de las aletas o de un filo o de algún otro elemento. Este signo también sería ícono simbólico. Pero, por un lado, está marcando una convención ajena a la arqueología, mientras que el de la cuadrícula representa el modo específico de orientar las piezas en arqueología y, por otro lado, relaciona dos íconos para construir ese símbolo (el de la cuadrícula, cuyo referente es una forma posible de distribuir y organizar el espacio (el de la cuadrícula en cuanto fundamento) y la pieza, cuyo referente es la pieza concreta, colocada sobre la cuadrícula dibujada).

El lenguaje de los gestos o semiosis indicial

Cuando una persona imita los gestos de otra (como por ejemplo, en los talleres en que se aprende a tallar), sus gestos serían índices icónicos. Pero cuando se trata de replicar las cadenas operativas por medio de las cuales suponemos que el artesano del pasado obtenía el útil que estamos reproduciendo, nuestros gestos serían índices indiciales porque, dado ese supuesto, ambas series de gestos están, de algún modo, en un mismo contexto, siendo los gestos del pasado, necesarios para que haya replicación. En cambio, por ejemplo, para expresar el ángulo de un talón, es habitual que el arqueólogo realice ante otros arqueólogos un gesto que incide en un útil que está sosteniendo y que todos entienden como indicativo de un ángulo de percusión determinado. En este caso, tal gesto podría ser un símbolo de ese ángulo de percusión del talón, o sea, un índice simbólico.

El lenguaje escrito o semiosis simbólica

Cuando el significado de lo que se dice en el texto depende de una operación de comparación entre dos semiosis que suelene ser palabras e imágenes, se trata de un símbolo icónico (por ejemplo, las formas de las que tenemos una imagen en el lenguaje natural, como "en cresta", "de cornisa" u "ovaliforme", que serían símbolos icónicos); cuando el significado de lo dicho en el texto requiere que se contextualice la expresión con gestos o acciones o con otras palabras, se trata de un símbolo indicial. Como, por ejemplo, los lascados "en golpe de buril" o las "puntas obtenidas por retoque", que transportan la idea de la acción o acciones realizadas. Estos signos requieren la realización de ciertas inferencias operativas (diferentes de las inferencias que requiere la interpretación de todo signo y relacionadas con la operación que Peirce atribuye al índice: la asociación por contigüidad). Muchos nombres que usamos en el análisis lítico son de esta clase, es decir, símbolos indiciales, ya que señalan procesos y acciones cuyos rastros son observables a través de sus diversos estados, los cuales, en general, son íconos; cuando el significado de lo dicho aparece como una convención, es un símbolo.

Diagrama de posibilidades semióticas

Considerando los dibujos como íconos (en cuanto signos que reproducen la forma de las cosas), tenemos las siguientes clases de signos:

-Cualisignos (en cuanto elaboraciones de cualidades o formas posibles de la existencia), que serían las texturas o contrastes, lo lineal o las superficies de grisado fotográfico con las que se representan los objetos del mundo.

-Iconos propiamente dichos (en cuanto representan formas concretas de la existencia), que podrían ser los dibujos que representan existentes, como: una forma de cornisa, de cresta, amigdaloide (o sea, de amígdala), etc.

-Rhemas (que contienen el valor de la forma): un ejemplo podría ser el dibujo de una microlasquita junto al negativo de lascado correspondiente. Sería el valor de la forma solamente si con ello se quiere mostrar esa complementariedad (negativo/positivo), pero no si lo que se quiere recuperar con tal representación es la técnica, o sea que se use el dibujo para mostrar una inferencia operativa posible. Es rhema sólo en cuanto lo constituyen sistemas de imágenes o secuencias de formas que representan las variaciones posibles de la representación gráfica arqueológica. Lo constituyen sistemas o secuencias que representan variaciones posibles de la forma.

Considerando los gestos o acciones, en vivo, en fotografías o filmados, como índices (en cuanto signo que sustituye la existencia en su propio acto de existir), tenemos los siguientes signos:

-Sinsignos (en cuanto representación de acontecimientos, objetos y conductas captados en las específicas características fenoménicas de su existir) podrían ser los gestos individuales que componen un comportamiento complejo de talla: ademán de sostener la pieza, de dar el golpe con el percutor, de asir un retocador, etc.

-Indice propiamente dicho (en cuanto acciones existentes que son signos porque representan a otros existentes de los que forman parte inescindible), podrían ser las secuencias integradas de gestos en el contexto de un taller donde se experimenta tallando la piedra: las cadenas operatorias que realizan las acciones del tallista representan las acciones del artesano del pasado, cuyos efectos en la piedra se trata de replicar mediante el experimento.

-Dicisigno (en cuanto constituye el contexto de un índice), podría ser la acción del tallista y su huella en el útil, que están como integrados en un mismo signo más amplio. Esta inferencia, que estoy llamando operativa para diferenciarla de la que relaciona a todo signo con su objeto, vincula, en un sentido amplio, gestos y huellas en arqueología.

Considerando los textos escritos como símbolos (en cuanto constituyen un aspecto externo al objeto pero inherente a él, debido a la significación que una cultura (y, en este caso, una comunidad científica) convencionalmente le atribuye), tenemos los siguientes signos:

-Legisignos (en cuanto no valen por sí mismos sino por ser rasgos normativos destinados a producir símbolos), serían, en el contexto de una terminología, por ejemplo, las características sintáctico-gramaticales que les confieren la calidad de sustantivos, adjetivos, verbos, preposiciones, etc.

-Símbolos propiamente dichos (en cuanto lenguaje portador de contenidos específicos), son los del lenguaje específico de la arqueología y, por tanto, el que da cuenta de los objetos líticos, en el ámbito más amplio de esta disciplina, al que estudio en este trabajo.

-Argumento (en cuanto representación de los valores vigentes en la comunidad científica en un momento y lugar dados), podrían ser los aspectos formales o sistemáticos, del lenguaje con que estudiamos los útiles líticos, es decir, por ejemplo, su grado de formalización o los gradientes de libertad o vecindad con el lenguaje natural que se postulan para él desde ese ámbito más amplio de la arqueología. En definitiva, está constituido por el conjunto de operaciones cognitivas, de definiciones explícitas, de opciones terminológicas, y de reglas de interpretación que constituyen la diferencia específica entre distintas escuelas o tendencias teóricas relativas al uso del lenguaje arqueológico.

 

Más que aplicar el modelo categorial de Peirce resulta útil buscar las operaciones semióticas que constituyen cada signo, en cuanto descripciones de operaciones cognitivas. Cada signo establece por su capacidad de representación, una operación cognitiva que, dentro de la semiótica tiene determinadas características. Considero fructífero utilizar los signos de Peirce, como una descripción de la operación cognitiva que los signos están realizando y no como lugares de una taxonomía de categorías. Se trata de explorar la utilidad de las concretas bases que Peirce aporta para el enriquecimiento y profundización de los objetivos de la investigación acerca de la representación visual comportamental o verbal de los instrumentos líticos en arquelogía.

 

NOTAS

1 Empleo aquí terminología (Hartmann y James, 1998) en relación con aquellos textos arqueológicos del análisis lítico, que definen los términos o los usan en definiciones o descripciones de otros términos o elementos del mundo vinculados con el área de interés de este trabajo.

 

Bibliografía

MAGARIÑOS DE MORENTIN, Juan Angel (1983) El Signo. Buenos Aires: Hachette.
MARR, David (1982). Vision. New York: W.H. Freeman & Co.
HARTMANN, R.R.K., y Gregory James (1998) Dictionary of Lexicography. London: Routledge.
PEIRCE, Charles S. (1965/1931). Collected Papers of Charles Sanders Peirce (Book II. Speculative Grammar: Division of Signs). Cambridge: The Belknap Press of Harvard University Press.
WINCHKLER, Giovanna M. (1993). Terminología aplicada al análisis de conjuntos líticos y recuperación de las estructuras cognitivas. Tesis de Doctorado inédita.

(El aspecto arqueológico de esta problemática, está distribuido entre los distintos autores del corpus en que se basa mi Diccionario).

 

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